En la segunda mitad de los sesenta y a principios de los setenta la etnometodología
causó un gran impacto en la sociología de todo el mundo. Pero el impacto no fue
duradero. En los años cincuenta la sociología había ido
estableciéndose, al menos en los Estados Unidos, en periodo posguerra, como una disciplina (análoga, a viejas profesiones como el derecho y la medicina). Pero en los
sesenta, mientras progresa ampliamente la institucionalización de la sociología
(aumentando rápidamente el número de alumnos y de profesores), se produce una
fuerte crisis de identidad. El paradigma funcionalista de los cuarenta y
cincuenta, con Parsons como figura máxima, recibe múltiples ataques. Es atacado
por razones ideológicas, siendo acusado de conservadurismo, conformismo social
y estaticismo. El ataque desde una perspectiva metodológica, promulga la utilización de una metodología específica para las ciencias
sociales, en la que los métodos cualitativos jueguen más papel que los
cuantitativos (utilizados casi en exclusiva durante el auge del funcionalismo). La etnometodología empieza a ser conocida en los sesenta y parece proporcionar
la crítica más drástica de la sociología establecida. Parecía dinamitar las
concepciones epistemológicas que subyacían a la sociología positivista, sustituyéndolas
por otras completamente distintas. En una época («los locos sesenta») en la que
se competía por adoptar las posturas más radicales, la etnometodología parecía encabezar el radicalismo.Las primeras impresiones sobre la
etnometodología se formaron con muy poca información (en buena parte sobre la
base de rumores). Los escritos existentes tendían a circular mimeografiados (copias) entre un grupo de iniciados. A medida que se dispuso de más información, se fue
disipando la idea de que la etnometodología suponía un fuerte reto para la
sociología, al que ésta debía hacer frente. Va surgiendo la impresión de que se
trata de una especie de juego, de una nueva pequeña locura de la California de
los sesenta. Se fija la atención en los «experimentos disruptivos» de Garfinkel
y se tiende a pensar que la etnometodología sólo consiste en eso. Sin percibir
que esos «experimentos» tenían un puro carácter ilustrativo, se los utiliza
para estereotipar estigmatizando a la etnometodología, considerándola una
excusa para hacer tonterías, para embarcarse en juegos provocativos. A medida
que se va disponiendo de más escritos etnometodológicos, va ocurriendo el
desencanto. Los etnometodólogos van apareciendo como empiristas con escasa
sofisticación teórica. No hablar de los fundamentos de su perspectiva,
insistiendo en que hay que atenerse a los datos.Esta impresión es confirmada cuando los dedicados al análisis conversacional (siguiendo a Sacks)
entran en contacto con la comunidad sociológica general. Sucede, que, si la
orientación general de la etnometodología parecía buscar una revolución
intelectual en la sociología, su aplicación a los estudios sociológicos
producía unos resultados triviales y poco interesantes. Cabe afirmar que la
etnometodología no es una mera moda sociológica de la California de los
sesenta. Es bastante más. Es un acercamiento serio y razonado, aunque también
problemático, a las cuestiones de que se ocupa la sociología. Y los problemas
que suscita no han sido, comprendidos, y menos aún afrontados. Y la duda más importante es, si han sido superados.Referencias:Caballero, J. (1991). Etnometodología una explicación de la construcción social de la realidad. REIS: Revista española de investigaciones sociológicas, 91(56), pp. 83-114.
No hay comentarios:
Publicar un comentario